El domingo amaneció lloviendo, eran las siete de la mañana y caía con ganas. Una contrariedad, pero bueno, el campo está muy seco y hace mucha falta.
Sobre las diez de la mañana, ya había escampado y salimos a dar una vuelta con nuestros perros. Hoy elegimos como compañeros de caza a Tina, una de nuestras drahthaar, con 6 meses de edad y a Choco, braco alemán de 9 añitos.
El campo, después de llover es impresionante. Un torrente de olores diferentes te abraza durante toda la mañana, tomillo, espliego, encinas.....
Después de una hora sin ver nada, de repente Choco comienza a tocar una emanación y ralentiza su marcha. A unos 10 metros de él aparece volando la figura imponente de una becada. Ni siquiera llegó a pararla el perro, ni me dió tiempo a dispararla. Conseguimos levantarla de nuevo pero salió en una zona imposible, sin verla siquiera.
Un poco después, entramos en una zona espesa, dando vista a una tierra de labor. Vemos una huella de liebre, puede que esté cerca. Los perros parece que llevan un rastro. De repente me giro y veo unos grandes ojos que me miran, una mirada que te envuelve y te hipnotiza.Ahí está uno de los animales más bonitos que conozco, la liebre. Veo que los perros están a mi derecha y sin pensarlo saco el móvil y hago una foto rápida a la liebre en su cama. Casi sin tiempo, Choco percibe la emanación de la rabona y se queda clavado, mientras la cachorra Tina se topa de bruces con la liebre y arranca con ella. Tiro el móvil al suelo y al segundo tiro logro abatir la liebre, que corría como un misil entre los chaparros. Un lance inolvidable para los perros y para mí.
Con esto es suficiente, volvemos a casa satisfechos de las horas vividas.
Os dejo una foto de la liebre echada y de Tina con ella.
La rabona, como siempre donde menos te la esperas
Tina con su primera liebre
