Seguro que os ha ocurrido en alguna ocasión. Estaba este domingo tras las patirrojas con mis barbudas Adraa y Cala. La verdad que las perras iban cazando de escándalo. Saqué un bando de perdices bastante nutrido y después de volarlas tres veces, conseguimos meterlas en una zona donde las podría tirar, porque hasta entonces solo las veía a doscientos metros.
Llegamos a un morrete de esos en los que se suelen quedar cuando las has volado unas cuantas veces y ¡tac!, se quedan las dos perras petrificadas. Muestrón a patrón, cabezas altas, orificios nasales dilatados, ojos desorbitados.... Salen tres perdices, consigo abatir una de ellas al segundo tiro y la cobra Adraa, que me la entrega en la mano diligentemente. Se la dejo a Cala, para que la saboree también. No andamos ni diez metros cuando Adraa cae en muestra mirando a un tomillo. De repente se tira con fuerza y atrapa a la rabona. Un hermosa liebre que descansaba en su cama. Os podéis imaginar la alegría del momento.
Esta perrita no es la primera vez que pilla a una liebre así, por eso le digo, ¡qué lista eres Adraa!
Buena percha con estas dos joyitas
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