lunes, 25 de enero de 2016

HISTORIAS INCREÍBLES

Me encontraba este domingo después de comer, tomando un buen té y disfrutando de un resumen del París-Dakar.
La verdad que no me apetecía lo más mínimo salir de caza por la tarde. Jueves, sábado y domingo por la mañana tras becadas y patirrojas, dejan sin energía al más pintado. Pero claro, solo pensar que tengo a las drahthaar sin salir hoy, hace que me rechinen los dientes. Y aunque mi cuerpo dice "basta", mi corazón dice "anda".
Total que subo a por las perras y cojo el coche ya pasadas las cinco de la tarde. Llego al cazadero y me doy cuenta de que tengo el chaleco con los cartuchos en casa. Puff...
Detalle de la zona donde estaba cazando

Nada, toca tirar para delante. Solo tengo tres cartuchos del número 5, así que con esta munición y los choques para becada (como andaba escaso de tiempo no me estuve ni a cambiarlos) me voy a ver si encuentro las patirrojas. 
Nada más empezar a cazar, tocan rastro las perras y me salen un poco largas dos perdicitas. Apunto, disparo y me falla el segundo tiro de la superpuesta. Buff, esto va a ser demasiado difícil.
Total, que sigo tras las patirrojas con la opción de un único tiro, ya que el segundo gatillo se quedó bloqueado.
Consigo encontrar una perdiz, bueno, las perras, y la damos tres vuelos sin poder tirarla.
Conseguimos meterla en una zona de juncos y zarzas y... ¡eureka!.
Se me ponen las perras en muestra. Muestrón. Y a los pocos segundos sale un machazo de perdiz que consigo abatir con el único tiro que tenía. Os podéis imaginar la alegría cuando la joven Cala venía orgullosa con la perdiz en la boca.
Un día redondo, una historia para recordar y una escopeta por arreglar.


Adraa y Cala con su perdiz

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